Cuando nos planteamos compartir nuestra vida con un animal doméstico empezamos a
pensar en una figura y un carácter que muestre nuestros gustos. Algo que le
diga al mundo: éste soy yo.
Adoptar,
en cambio, es otra historia. No sabremos cómo será ni qué responderemos cuando
llegue la inevitable pregunta “¿y qué raza es”? No tendremos ni idea de dónde
viene, pero estaremos seguros que se quedará a nuestro lado. No iremos a
comprar un perro o un gato, sino a escoger un amigo.
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